El teatro en Valdepeñas y Bolaños de Calatrava, ha lucido con una obra especial, no sólo por la calidad de su texto, también por una intensa interpretación a cargo de José Luis Urrutia y Ernesto F. Valerio, y la voz en off de Idoia Mielgo Merino. La obra “De mi cuando yo muera” fue escrita por Juan Camacho, la dirección teatral es de José Luis Urrutia, quien aseguró a los medios de comunicación que “la obra en su totalidad rezuma humanidad. Porque, si de algo puede presumir “De mí cuando yo muera”, es de ser una historia tremendamente humana”.
La obra nos permite indagar en los aspectos elementales de la existencia, la relación del sujeto frente a sus propias elecciones, o más aún, ante la responsabilidad que supone situarse ante el propio deseo — en el caso del protagonista principal, el deseo de crear un poema que lo inmortalice—.
Juan Camacho ha planteado “De mí cuando yo muera” en cuatro actos, tomando como eje central la figura de un reconocido novelista que hasta su jubilación trabajó como profesor en un instituto, y que ahora, a sus setenta años y con la salud deteriorada, siente la necesidad, y la urgencia, de escribir un poema que, entre otras cosas, deje constancia del amor y del respeto que siempre ha sentido y demostrado por las letras. Es ahí donde el sujeto requiere responder-se por lo que hizo o dejó de hacer, particularmente cuando el universo de posibilidades se muestra limitado, con escasa capacidad de modificación, aun cuando se siga persiguiendo ese “último deseo”.
Como contrapeso —más que como antagonista— de este viejo profesor, Juan Camacho ha creado el personaje de un antiguo alumno suyo, cuyas circunstancias personales dieron paso a una estrecha y sincera relación que mantienen hasta el momento presente.
A medida que la obra avanza la percepción de ciertos términos, ya sea de funciones, roles o la propia cercanía de la muerte, plantean situaciones que desencadenan en un impacto a nivel de la identidad que promueve una introspección reflexiva sobre el paso de los años, el peso del pasado, la incertidumbre de un futuro cada vez más escaso, el ego, la inmortalidad, los miedos, los anhelos, la amistad…, viabilizando de esta manera un sentimiento emocional fuerte hacía ese posible deseo. Sin embargo, existe la posibilidad de quedar atrapado en un padecimiento melancólico de dolor y desesperación por aquello que es imposible de conseguir.
Para el dramaturgo, Juan Camacho, la obra también es “una denuncia a ese abandono de la tradición, el abandono de los valores que siempre nos han hecho respetarnos, querernos, preocuparnos los padres de los hijos y los hijos de los padres. Hoy, desgraciadamente, eso se ven en muy pocas ocasiones, y lo sufren los mayores y también lo sufren los niños”.
Con todo, “De mi cuando yo muera”, que sobre el escenario destaca la fuerza corporal de los actores, ha cautivado al público con su profundidad emocional y su narrativa reflexiva y plantea preguntas profundas y necesarias sobre la condición humana y, en especial, sobre la soledad no deseada, la tercera edad, la desestructuración familiar, la incomunicación y la brecha generacional.